sábado, 13 de agosto de 2011

El Abuso contra la mujer en hogares "cristianos"

¿Es el abuso de las esposas un problema generalizado? La respuesta es sí. Sin embargo es difícil de determinar cuán serio es. Aun en los hogares llamados cristianos se padece, y las mujeres cristianas no se inclinan a hablar de ello. ¿Qué hacer al respecto?
             Pocos años atrás la escuela cristiana de nuestro barrio había programado una actividad para mujeres, tal como lo hacía cada año. A las invitadas se les había anticipado que en esta ocasión contarían con la presencia de una reconocida conferencista femenina, en medio de un programa bien atractivo. Ante esas expectativas, cuando todas las presentes esperaban que el programa diera comienzo de manera festiva y divertida igual que cada año, la conferencista tomó una silla y se sentó delante del auditorio y comenzó en forma muy distinta, con una charla larga sobre el abuso que sufren las esposas por parte de sus maridos. Durante el discurso era visible el enojo de las organizadoras. No podían imaginar un mensaje "más inapropiado", a su entender.
             Sin embargo, imagínese el asombro de estas mismas mujeres cuando, después del mensaje, y cuando pensaban que la actividad estaba tornándose desagradable para las presentes, la conferencista fue literalmente "asaltada" por las mujeres que la habían escuchado. Apenas había terminado cuando las mujeres comenzaron a bajar por las escaleras, pidiendo tener una entrevista privada con ella. La actividad duró todo el día, pero a cada minuto se veía a la oradora aconsejando a distintas mujeres cuyas vidas habían sido entristecidas por el abuso en sus hogares.
             La irritación inicial de las organizadoras es fácilmente comprensible. Muchos asumen prematuramente que este tipo de problemas sólo ocurre en hogares aislados donde hay alcohólicos y gente de mal vivir, por lo que no vale la pena hablar sobre el mismo, ¡y menos en una actividad así, de gente normal y la mayoría cristiana!

ALCANCES
¿Es el abuso de las esposas un problema generalizado? La respuesta es sí. Sin embargo es difícil de determinar cuán serio es. Aun en los hogares llamados cristianos se padece, y las mujeres cristianas no se inclinan a hablar de ello.
Craig Massey, un reconocido consejero familiar, dice que muchas de las mujeres que buscan su ayuda son esposas que han sufrido golpizas y maltrato. Y según él, las estadísticas realizadas por fuentes seculares se aplican en igualdad para las familias cristianas.
             En su libro Sin lugar para esconderse, Esther L Olson dice que más de la mitad de las mujeres abusadas son "religiosas" o "profundamente religiosas". Catalina Santucci, otra consejera cristiana, dice que un alto porcentaje de quienes concurren a su consultorio son mujeres cristianas que tratan de hacer frente a un inflexible abuso.
             Sospecho que muchas mujeres cristianas infelices no consultan a sus pastores ni a consejeros profesionales. Saben por experiencia que, la mayoría de las veces, lo único que consiguen es un impotente encogimiento de hombros y una exhortación a orar con más fervor, a tratar de ser alegres y calladamente sumisas. De esta manera, se les dice, ganarán a sus esposos y entonces el abuso terminará.
             Después de diez o más años de sufrimiento, las esposas abusadas no son fácilmente alentadas por una homilía sobre las virtudes de la sumisión. Podrá servir para algunas mujeres, pero no para ellas; sus esposos siguen siendo tan crueles como siempre. Muchas esposas que han sufrido por mucho tiempo no quieren consultar a un consejero matrimonial. Sienten que todo el consejo del mundo no puede cambiar sus circunstancias o hacerles más fácil el encarar a sus violentos e insensibles esposos. "Por qué ir a un consejero?", piensan. Y se guardan sus problemas.
Así las cosas, el abuso en ellas es privadamente administrado y privadamente soportado.

LA INFORMACION TRASCIENDE
Es muy duro mantener un secreto tan doloroso. A la corta o a la larga, todo se sabe. Recientemente vi los resultados de un cuestionario realizado por un consejero matrimonial a cuarenta mujeres que tenían entre 25 y 65 años de edad.
             Todas eran miembros de alguna iglesia y casadas con hombres que se llamaban cristianos. Las mujeres respondieron sobre el matrimonio, y la pregunta más fuerte era si habían considerado alguna vez el suicidio. Casi la mitad contestaron que sí. Continuando el cuestionario, casi todas dijeron que aún estaban perturbadas por las cosas que las habían hecho pensar en la autodestrucción como una posible solución.
             ¿Por qué esas mujeres habían considerado aun por un momento el pensamiento del suicidio? Entre las varias razones, la mayoría era por el abuso y el maltrato que recibían en su casa. Sus esposos las golpeaban o insultaban continuamente, o las trataban como si fueran sirvientas.
             Estas mujeres eran terriblemente infelices. Más de la mitad del total habían pensado seriamente en tener una aventura con otro hombre. Todo esto no hace más que revelar la permanente infelicidad de muchas mujeres que suelen parecernos contentas. Son infelices porque sus esposos abusan de ellas.

GOLPES DE BOCA
Al escuchar el término "abuso", la mayoría piensa inmediatamente en violencia física, y casi todos conocemos a alguna mujer cuyo esposo la golpea de tanto en tanto. Pero el abuso emocional es el más común, especialmente en la comunidad cristiana. Los hombres cristianos que no pueden pensar en golpear a sus esposas "porque la religión se los prohibe", las insultan y maltratan de palabra, y a veces hasta lo hacen públicamente. Muchas veces estos "golpes de boca" son tan o más dolorosos que los de puño. Solamente Dios sabe del grado de sufrimiento soportado por mujeres cuyos maridos las tratan con desprecio o que las engañan abiertamente.
             La infidelidad es dolorosa, y la mujer latina ha soportado por muchos años la tolerancia popular hacia la infidelidad masculina, como "menos grave" que la femenina. Sin embargo hay otras formas de desprecio que pueden ser más dolorosas a través del tiempo.
             Durante la boda el novio realiza sonrientes promesas. Él amará y cuidará a su esposa hasta que la muerte los separe. Unos pocos años más tarde el amor y el cuidado son olvidados. No hay ningún tipo de cuidado, y si hay amor, no es el amor que describía el pastor o el sacerdote aquella noche de ceremonia, o el que describe la Biblia en 1 Corintios 13 o Efesios 5, donde se les pide a los esposos cristianos que amen a sus esposas "como Cristo amó a la iglesia" (vers.25). En su lugar, hay una dura indiferencia, y a veces un estudiado desprecio, acompañado de un horrible abuso verbal.

¿PROBLEMA INTIMO O DE TODOS?
Que muchas mujeres sean golpeadas en la intimidad de sus hogares no hace que ese sea un "problema de pareja". Nosotros, como cristianos, no podemos permanecer indiferentes a estas realidades. El resto de la sociedad deja pasar todas esas cosas, pero nuestros patrones son más elevados si en verdad Cristo ha comenzado una nueva vida en nosotros y nuestro interés por la gente debe ser más sincero. La iglesia debe enseñar a los esposos cómo amar a sus esposas. Los sermones sobre el amor no son suficientes. Son necesarios métodos más directos para con los hombres. Cuando las mujeres son abusadas físicamente se necesita más que una homilía o un sermón. Ellas necesitan protección.
             Esther Lee Olson cuenta de una mujer golpeada. Su esposo es un encantador hombre en la iglesia y en el trabajo, pero golpea a su mujer en el hogar. Si ella llegara a decir algo de su esposo, la mayoría no le creería, o sería indiferente.

¿QUE HACE LA VICTIMA?
Tal vez la parte más angustiosa es el constante fracaso de voluntad de la esposa. Después de una particular y salvaje golpiza, ella resuelve abandonar a su esposo? la próxima vez. Entonces esa "próxima vez" se repite una y otra vez, y aún ella retuerce angustiosamente sus manos, incapaz de la acción.
             Son varias las razones por las cuales muchas mujeres quedan sin hacer nada. Está el miedo a ser abandonada por la sociedad, no tener como sobrevivir con los hijos, el miedo a perder a éstos, la esperanza de que "tal vez cambie", etcétera. Pero hay una razón que es casi paralizante y es ni más ni menos que el temor de que los golpes sean por su propia culpa; al fin y al cabo merecidos. Muchas de las esposas golpeadas han sido condicionadas a pensar que merecen los golpes que ellos les proporcionan. Si sus padres las golpeaban, pues "era porque lo merecían", y de adultas la historia se repite. La sicóloga Paula J. Caplan deplora el hecho de que muchas mujeres que tratan de evitar el dolor y buscan ayuda son acusadas de "desear el dolor por razones masoquistas". Después de años de horrorosos golpes, una amiga mía consultó a un psiquiatra cristiano, solamente para que se le dijera que ella "debía conseguir algo de los golpes", que debía aprender algo con ellos.
             La mujer del estudio de Olson tal vez nunca escuchó del masoquismo pero ella probablemente sentía que podía obtener poca ayuda de consejeros profesionales. Además, sus miedos habían sido confirmados por subsecuentes eventos. Después de años de golpizas, cientos de golpes, algunos terriblemente salvajes, finalmente esa mujer hizo algo: le dijo a su pastor que iba a abandonar a su esposo, y lo hizo. Dos meses más tarde había regresado. Había sucumbido a la presión, mayormente la de su pastor.

¿QUE HACEMOS CON LA VICTIMA?
Atribuyéndole la culpa a ella, su pastor la persuadió de volver con el hombre que la había tratado como una "bolsa de box" durante casi veinte años. Le dijo que su matrimonio era demasiado precioso para que terminara por cosas que podían ser salvadas. Ya que su esposo había cambiado en los dos meses que ella se había ido, ¿no le daría otra oportunidad? Rápidamente ella sucumbió. Volvió con su marido. Para el pastor, esa había sido una victoria fácil. Él había salvado el matrimonio.
             ¿Por qué el pastor la hizo regresar?, es la pregunta crítica. La respuesta cae esencialmente en tres convicciones correctas, no obstante fundamentalmente engañosas. La primera, concerniente a la santidad del matrimonio; la segunda es sobre la importancia de la sumisión en un saludable matrimonio. La tercera es el perdón cristiano.
             El pastor se enteró de los golpes dieciocho años después que se iniciaron, y determinó "salvar" el matrimonio. Según él razonó, el objetivo era la reconciliación con su esposo. Ese fue su primer error. La reconciliación es el último objetivo en la consejería matrimonial, y no siempre es el objetivo inmediato. Cuando una mujer abandona a su esposo por abuso físico, el objetivo inmediato es el bienestar físico y emocional de la mujer; la restauración de los daños en su alma. El consejero debería creerle cuando ella le cuenta que ha sido golpeada cientos de veces, y no debería creer tan rápido al esposo cuando él le dice que ha cambiado. Creer rápido al esposo fue el segundo error que el consejero realizó.
             ¡Un hombre cambiado después de dos meses es insuficiente! Con Dios nada es imposible, pero ese hombre era un cristiano profesante durante todo el tiempo que golpeó a su esposa. Él es quien debe, ahora, probar que es un hombre cambiado, y para probarlo toma tiempo; mucho tiempo.
             Es común que crónicos "galanes" que golpean a sus esposas, decidan acercarse a un consejero o al ministro de la iglesia buscando ayuda, especialmente cuando sus sufrientes esposas han decidido no sufrir más y los dejan. Un hombre dijo: "He cambiado! ¡Soy una nueva criatura en Cristo!", y la iglesia, que cree en conversiones dramáticas, inmediatamente cree en él. Luego se realiza la presión sobre la esposa para que vuelva con él. "Esta es su obligación como cristiana", dicen.
             Ella necesita tiempo, mucho tiempo, ?pero no se le da ese tiempo. El pastor vuelve con el marido y juntos presionan a la mujer. Súbitamente, la mujer que ha sido abusada al punto de llegar a ser intolerable para ella, es tratada en el rol inverso. Ahora ella es la pecadora del drama, no la víctima contra quien se ha pecado. La presión suele ser abrumadora, y la mayoría de las mujeres eventualmente sucumben ante ella. Vuelven al hogar, y para los de afuera se ha conseguido una aparente reconciliación. Ante esa presión, la mujer generalmente vuelve. Vencida y quebrantada, no tiene alternativa.
             "El matrimonio ahora está bien; ha sido reconstruido", dicen. Pero una mujer ha sido gravemente tratada, y sólo Dios sabe lo que sucede en el alma de una mujer que pidió pan y se le dio una piedra. Y aun cuando ella tome la piedra y diga: "¡Qué bueno este pan!", debemos preguntarnos si no lo dice por sucumbir a la presión socioreligiosa de quienes la rodean. Recordemos que una persona que ha sido largamente maltratada puede llegar a decir cualquier cosa que sus oyentes quieran escuchar, con tal de conseguir algo de aceptación.

LA BIBLIA, EL AMOR Y LA SUJECIÓN DE LA ESPOSA
La mujer debe estar sujeta a su marido, según nos enseña la Biblia. No obstante a veces esta gran verdad suele tener un énfasis equivocado.
             Aunque creamos que, personalmente, somos equilibrados, debemos reconocer que nuestras tendencias naturales tiran hacia los extremos. Para nosotros el equilibrio no es fácil, sin embargo debemos procurarlo. El concepto de que un matrimonio cristiano saludable es aquel en que la tarea del esposo es amar a su esposa, y la de la esposa es someterse al esposo, es bastante simplista e incompleto. Supuestamente, está basado en el extenso pasaje de Efesios 5 y se afirma una falsa distinción entre amor y sumisión. En realidad son las dos caras de una misma moneda.
El principio básico sobre el matrimonio está en Génesis 2.24: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne".
             La unidad es el significado del matrimonio. Este concepto de unidad es restablecido en Efesios 5, pero tiende a perderse en la contemplación de otros temas como sumisión, amor y la relación entre Cristo y la Iglesia. También se pierde la mutualidad de la sumisión. Lo que el apóstol Pablo dice a las esposas y a los esposos fluye de su exhortación a vivir una vida llena del Espíritu. Lo que significa estar lleno del Espíritu está expresado en cuatro gerundios: hablando uno al otro, cantando al Señor, dando gracias a Dios el Padre, y sometiéndose uno al otro.
Entonces le dice a las esposas que se sometan a sus propios maridos, y a los esposos que amen a sus esposas. Eso es precisamente lo que las esposas y los esposos necesitan oír, allá entonces y aquí ahora. Pero es obvio que el decirle a una esposa que se someta a su esposo no exime al esposo de la necesidad de someterse a ella.
             Tampoco la fuerte exhortación a los esposos de amar a sus esposas implica que las esposas no deben amar a sus esposos o que el amor a sus esposos es automático. En Tito 2, el mismo apóstol Pablo les dice a las ancianas que "enseñen a las jóvenes a amar a sus esposos", inútil exhortación si el amor a los esposos fuera automático. Amar y someterse son obligaciones mutuas en un matrimonio cristiano. Cada uno es la imagen del otro.
             En 1 Corintios 13 se clarifica cualquier duda sobre la responsabilidad del esposo de amar a su esposa: El amor se da solamente cuando los hombres tratan a sus esposas con un profundo respeto. El amor "no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor “todo lo soporta" (versos 5 y 7).
             Cualquiera que piense que esa clase de amor no llama a la sujeción, pues nunca lo ha probado. Nunca ha amado a su esposa de la manera en que Dios lo propone.
             Es más difícil enseñar a un hombre cristiano a amar a su esposa que forzar a una mujer cristiana a someterse a la autoridad de su marido. De aquí el desequilibrio que ha causado tanto dolor a tantas mujeres.
Los hombres que deberían conocer mejor 1 Corintios 13 lo leen como si fuera una hermosa poesía, pero no como la práctica exhortación que es. Ellos asumen que nadie puede amar realmente a su esposa "como Cristo amó a la iglesia". Entonces, ¿por qué insistir en una aplicación literal? Es difícil amar a la esposa. Es más fácil dominarla.
             Es fácil ver por qué las esposas abusadas obtienen poca ayuda. Aun sus padres las tratan como si los golpes o el abuso verbal fueran por su culpa. Los padres unen sus manos al pastor para hacerla volver al hogar. Nadie se pregunta si ella puede tener justas razones para no querer volver. Sin embargo es precisamente esa la pregunta que deberían hacerse. Ciertamente Pablo entendía que algunos matrimonios eran intolerables; él mismo admitió que una mujer cristiana podía no permanecer en la misma casa que su marido pagano. En algunos casos sí, en otros no (1 Corintios 7).
             Los tiempos están cambiando. El mundo secular está tomando otra visión de la incómoda y hasta ahora indisputable forma de tratar a las mujeres. Las mujeres golpeadas no serán más tildadas de masoquistas; muchos profesionales están comenzando a admitir que la mayoría de ellas ni buscan ni les agrada ser golpeadas. Es hora también que la Iglesia cambie algunas de sus actitudes hacia las mujeres que sufren el calvario de ser golpeadas. Los cristianos del mundo deben a sus hermanas abusadas un mejor trato que el que han venido experimentando hasta ahora.

ALGUNAS NO VUELVEN
Cuando hay fuerte presión del entorno, rara vez la mujer se rehúsa a volver. Pero cuando toma la decisión de no regresar y se le pregunta por qué, contesta claramente que ella no cree que su marido haya cambiado. O contesta que las heridas son muy profundas, y que ella encuentra imposible poder perdonar inmediatamente y olvidar sus infidelidades o sus innumerables golpizas. A veces debe tomar tanto valor para decir eso, que por la forma de hacerlo es acusada de "mujer de poca fe", de "reacciones carnales" y cuántas cosas más.
             Tal vez use las palabras incorrectas, quizás se deje llevar por sentimientos y diga que "el amor se acabó". Pero el consejero y todos los seres queridos no deben dejarse llevar por las pasiones, sino preguntarse: "Antes de presionarla para que vuelva, ¿de qué manera puedo ayudarla a sanar sus heridas? ¿Cómo manifestarle que, más que guardar una forma, lo que deseamos es que ella sea sanada y vuelva a vivir?"
             Tal vez esto suene humanista y liberal, pero aun cuando creo que somos enteramente responsables por salvaguardar un matrimonio y reconciliar posiciones, también creo firmemente que la sanidad del alma es primordial. Tomado de crecer en cristo

viernes, 5 de agosto de 2011

El cristianismo, la violencia y yo

La reflexión sobre la violencia en cualquiera de sus formas es tema obligado hoy. Al respecto, el cristianismo cuyos valores son absolutos, como dogmas de fe para el cristiano; ofrece su innegociable perspectiva. Según el último censo 2010 del INEGI, México se cataloga como una nación de credo “cristiano”, con 83% de población declarada católica y un 7% de población protestante de diversas otras denominaciones cristianas, lo cual nos arroja un total de 90% de población “cristiana”. No obstante, México se encuentra sumergido en una violencia demencial.
                A este contradictorio panorama urge un planteamiento que explique la actitud del cristianismo frente a la violencia. Empero, no se trata de esclarecer hasta dónde podemos adentrarnos en los terrenos de la violencia. Desde ya, debemos saber que ese planteamiento es imposible dentro del Evangelio de Jesucristo. Y es que no puedo dejar de vincular el Evangelio a su propietario. Pues se trata del evangelio de Jesús, no de los hombres. Él es la fuente de esas “buenas noticias” y por tanto, elemento inmanente del Evangelion.
                En uno de sus más emblemáticos mensajes, “El Sermón del Monte”, también llamado de las Bienaventuranzas; Jesús hace una contundente declaración, diciendo: Bienaventurados los mansos. Bienaventurado significa: afortunado, dichoso, supremamente feliz, triplemente bendecido. Y añade: Bienaventurados los misericordiosos…bienaventurados los de limpio corazón…bienaventurados los que hacen la paz, (o los pacificadores, o reconciliadores). De manera que el Evangelio de Jesús que engendra al cristianismo, es un llamado a vivir según el espíritu de mansedumbre, lo cual es opuesto a la violencia. Y esa premisa es base de todas sus enseñanzas y de su propia vida. El cristianismo en suma, exalta la virtud y no los vicios o miseria humana. Frente a una condición pecaminosa responde con perdón para eliminar la culpa, aunque no elimina el carácter o las consecuencias que devienen y que continúan su marcha, puesto que en todo caso, constituye una suerte de rendición del ser humano frente a sus imperativos morales.
                En otra arista, la iglesia primitiva o primeros cristianos, constituyen otro destello de verdad al respecto, por la forma como percibieron y tradujeron el mensaje en su aplicación práctica de vida. La historia de la iglesia primitiva, compuesta de testimonios vivos y escritos (tanto en el Nuevo Testamento como en otros libros dispersos), se convirtió en marco referencial de actuación para las generaciones siguientes, hasta el surgimiento de Constantino donde Iglesia y Estado se amalgaman para unir y preservar intereses comunes. Aunque tampoco deben ignorarse los tropezones de la iglesia primitiva como su rígida interpretación literal de las enseñanzas del Maestro que la condujeron a pensar en el inmediato e inminente fin del mundo y otras interpretaciones por el estilo. Pero sin salirnos del tema central, es importante enfocar la conceptualización de la violencia como elemento ajeno a la cosmovisión cristiana. Mencioné antes el sermón del monte en el que Cristo desterró a la violencia de sus enseñanzas, en un mensaje enérgico y radical donde apunta al sentido opuesto, la paz. Obviamente, choca a los sentidos humanos el planteamiento del sacrificio personal por el bien del otro, el prójimo, mucho más cuando ese otro es un enemigo o contrincante. Sin romanticismo, el mensaje de Jesús admite el conflicto, lo reconoce, pero no lo rehúye ni lo trata de tapar con el dedo; por el contrario, eleva la demanda a un nivel que rompe la tradición cultural reinante de ayer y de hoy mismo. “Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen…” Parece que el Maestro tiene una enorme confianza en que el resultado que producirá esa conducta de formidable peso moral, será monumental y de un gran poder transformador. Esa es su fórmula para romper el “orden establecido”. El evangelio de Jesucristo, fuente del cristianismo, No ofrece la violencia como respuesta a la violencia. Ante la violencia de Estado (Roma) en amasiato con el poder religioso de su día en Jerusalén (el Sanedrín judío), Jesús responde con su entrega propia, porque hay que aclararlo, a Él no le quitaron la vida, Él la entregó voluntariamente por amor. Esa es su respuesta a un sistema violento que no tiene remedio por sus fuentes corruptas e incorregibles. En consecuencia, los primeros discípulos que enfrentaron también el embate de violencia de Estado, respondieron también en el mismo sentido, inteligentemente. Veamos. En primera, el Estado romano reprimió persiguiendo a los primeros cristianos por no someterse al orden religioso imperante. Pues el cristianismo desafiaba radicalmente a las religiones paganas que daban sustento ideológico y simbólico al sistema dominante. Su respuesta fue, No Resistencia. Tú Estado, impones la ley y la penalidad por transgredirla. Yo cristiano, acato la ley y pago el precio, pero NO me someto a esa ley que considero injusta. Estoy dispuesto a pagar el precio. Pagaron con su vida, como mártires, dando un testimonio que aún hoy, como en aquellos días, estremece e impacta por su determinación y gozo en medio del sufrimiento, así como por su falta de temor. Eso impactó de tal manera que en lugar de decaer, les atrajo nuevos partidarios. En segunda, al discernir el espíritu del Estado, como un estado violento y belicoso. Los primeros cristianos, decidieron no alimentar al monstruo. Ser soldado y ser cristiano son dos opciones que se excluyen. Esta fue otra de las razones de las persecuciones, que los cristianos no se alistaban como soldados para Roma, y que aquellos soldados que se convertían a la fe cristiana, abandonaban las armas, sufriendo las consecuencias del caso; a tal grado se llevaba entonces la convicción de fe cristiana. Se pagaba con la vida el seguir las enseñanzas del maestro. No es posible seguir y servir a dos señores. A este respecto, me pregunto qué estará ocurriendo al interior de las fuerzas armadas en México y en Latinoamérica donde tradicionalmente se utilizan para la represión civil y no para mera defensa de la nación contra poderes ajenos. ¿Habrá cristianos al interior de las fuerzas armadas? ¿Estarán esos cristianos participando de torturar, disparar a civiles indefensos u otros abusos? ¿Hay cristianos enlistándose en las fuerzas armadas? ¿Entienden los cristianos los valores éticos y morales superiores del cristianismo? Y, los de ese partido identificado con la ultraderecha, ¿son verdaderos cristianos? ¿y los diputados y senadores que votan contra el interés del pobre, de la viuda, del huérfano y del más vulnerable, son cristianos? ¿y aquellos funcionarios públicos en cuyo poder está hacer algo y que se hacen voluntariamente sordos, ciegos y mudos ante el drama social; son cristianos? ¿Un ejecutivo que lanza a la calle a más de 40mil familias de la noche a la mañana, será cristiano? ¿Un secretario de Trabajo inmisericorde al clamor social del trabajador, será cristiano?; ¿No es acaso todo lo anterior expresión de una violencia demencial?; Y ¿qué de los narcotraficantes, asesinos, torturadores, secuestradores y delincuentes desalmados; se consideran ellos cristianos?; y, ¿qué de los que entran a robar a las casas, o de los tratantes de blancas, o de los malos vecinos, o de los que rayan el auto solo por envidia o diversión, o de los que tiran basura en la calle, o de los que sobornan para ser privilegiados, o de los jueces que venden la “justicia” al mejor postor, o de las mujeres “robamaridos”, o de las mujeres que venden a sus hijas, o de los hombres o mujeres que abandonan a sus hijos, o de los comerciantes voraces que defraudan al consumidor, de los que dan peso y medida adulterada, o de los curas pederastas, o de los pastores golpeadores de esposas, o de los hombres o mujeres que no salen de la iglesia y que miran a los demás como indignos e inferiores, señalándolos como “destinados al infierno”?; ¿SON TODOS ELLOS, CRISTIANOS? ¿Es eso expresión de los valores del cristianismo de Jesús?
                El Estado hoy sigue en dirección antagónica a la doctrina cristiana respecto a la no violencia. Sobresale el caso de México, donde quien encabeza el poder ejecutivo, se autoproclama “cristiano” de profundas convicciones, pero por otro lado, asume la vía de la violencia de Estado como medio de “combatir” o emprender la “guerra contra el narcotráfico”, como entonces le llamó, aunque ahora lo niegue, tildando vidas humanas inocentes como “daño colateral”. Esto, NO TIENE NADA QUE VER CON EL CRISTIANISMO DE JESUS. Hasta me parece ver el horror y tristeza en el rostro de Jesús.
                No os engañéis. El Cristianismo puro; no prostituido, adulterado, adelgazado, falsificado, espurio, falseado y corrompido; nada tiene que ver con la violencia. Hay un rechazo total a la violencia. No debe confundirse el obedecer la ley del gobernante, con hacerse cómplice de maldades, o traicionar la ética y la moral cristiana. Tampoco decir la verdad es incitar a la violencia. Para nada. Los primeros cristianos le dijeron a Roma, NO. Esas no son mis prácticas y se lo dijeron pacífica, pero enérgicamente. Y añadieron, estoy en el Estado, pero mi ciudadanía es celestial, y mientras estoy de paso, obedeceré las leyes del lugar por donde transite pero NO negociaré mis convicciones. Esto en cuanto a la esfera pública de la vida del cristiano.
Lo mismo para la esfera privada. La violencia no tiene nada que hacer en la intimidad del hogar que se llame cristiano, ni al interior de la vida de las comunidades cristianas, sea en su interacción entre los miembros, o en su interacción de los miembros con sus líderes, sea también en cualquiera de sus formas: verbal, física, psicológica, sexual, económica, patrimonial o simbólica. Las expresiones de tiranía, crueldad, imposición, absolutismo, exclusión, represión, coerción, insulto, penas infamantes, degradantes e indignantes, no son para nada expresiones que tengan cabida en la doctrina de Jesucristo, todo lo que corresponda a esa naturaleza, de mal proviene, nada tiene el cristianismo que ver con ello, sin consideración de que se le apode “cristiano”; queda entonces la pregunta: ¿Cuántos de ese 90% de mexicanos de credo cristiano, son verdaderamente cristianos en su conducta ética y moral derivada de las enseñanzas de Cristo?.

jueves, 4 de agosto de 2011

El cristianismo, la participación social y yo

Ayer cayó en mis manos un folleto promocional de un centro cristiano. Conforme lo leía admiré la claridad y valentía en la exposición de ideas. La primer declaración contundente decía: “Reconocemos que la única manera de acercarnos a Dios y obtener la vida eterna es a través de Jesucristo, por eso mismo, solo enseñamos y reconocemos a la Biblia como la verdad absoluta, y no las enseñanzas de otros ´profetas o líderes espirituales´” (sic). Yo dije, --bien, eso es definición. Fuerte pero claro. Enhorabuena, no se andan por las ramas. Pero poco me duró el entusiasmo, porque el siguiente párrafo declaraba:
                “No nos involucramos en la política, pero si instruimos a la gente para obedecer a nuestras      autoridades civiles y militares, honrar a los símbolos patrios y orar por nuestros gobernantes”
La abierta contradicción entre la primer declaración y está última puede pasar desapercibida para un “cristiano dominguero”, pero para aquellos que se han comprometido a seguir las enseñanzas de Cristo, es decir, los denominados “cristianos”, esto de ninguna manera tiene relación con el Cristo que revelan los Evangelios; mismos que dicen creer como verdad absoluta, los susodichos. Esa declaración dogmática, es una mutilación a todo un cuerpo de enseñanzas de la propia Biblia, respecto al tema. Es sólo un texto extraído sin todo el contexto y sospecho una intención de querer estirar esa verdad hasta que dé para cubrir posturas personales. Pero dándole el beneficio de la duda, me parece que se trata más bien de una confusión, al no entender que se entiende por política. Política en su etimología, se refiere a participación. Ser político es ser participante social, es ser gregario, participativo, sociable; contrario a aislado, recluido, segregado. En términos prácticos, o aplicado a la realidad vivencial, NO INVOLUCRARSE EN POLÍTICA significaría: no votar, no ser votado, no ser empadronado, no tener credencial IFE, no ser derechohabiente social (IMSS, ISSSTE, INFONAVIT, etc), no aceptar el matrimonio por las leyes civiles, no asentar a los hijos en el registro civil, no participar de programas de ayuda social como los de SEDESOL u otros del país, y ni siquiera registrarse en el padrón de asociaciones religiosas ni entregar la lista de miembros comulgantes a la secretaría de gobernación como requisita la propia ley de la materia; eso entre algunas cosas más. Por lo que, insisto, no dudando de su buena fe, voy a pensar que se trata de simple ignorancia del término, pero si no fuera así; en todo caso, tendrían que arrancar de la Biblia que dicen creer como verdad absoluta, aquel pasaje donde Cristo le llama “zorra” a Herodes, el gobernante en turno, Lc. 13:32; o tendrían que eliminar también aquella orden donde Jesús emite un imperativo moral o espiritual a los cristianos a ser la sal de la tierra y a ser luz que alumbre las tinieblas, Mt. 5:13-16. En otras palabras, es un mandato a convertirse en un factor de cambio en el panorama terrenal, ni más ni menos. ¿Será por eso que hoy México y Latinoamérica completa tienen poblaciones cristianas insípidas y opacas o bastante tenues en cuanto a alumbrar el mundo? Encerradas ahí en sus cuatro paredes, con su luz escondida debajo de la mesa y viviendo como ratones temerosos del gato que se regodea a todo lo ancho y largo de la casa. Esta no es la iglesia por la que mi Señor Jesucristo vino a dar su vida. El vino a dar su vida para vivificarnos y ser aroma de vida y no de muerte.
                Esta forma de pensamiento ha borrado de un plumazo al cristianismo primitivo. Aquel cristianismo inmediato a la partida de Jesús. Donde decirse cristiano era rechazar abiertamente las imposiciones políticas religiosas de la época y determinarse únicamente por los imperativos de Cristo, al grado de estar dispuesto a ir a la misma muerte por ello. Más bien, esta forma de adoctrinamiento corresponde a la que resultó del matrimonio entre Religión y Estado, con Constantino a la cabeza como primer papa-emperador, pero nada tiene que ver con el cristianismo puro de los primeros días antes que se prostituyera dando a luz esa infame religión que fornica con todos los Estados para adueñarse de las almas de los hombres. La misma Roma, político-religiosa; cuyas manos están llenas de sangre de los mártires cristianos que sacudieron el imperio romano diciéndole NO a sus leyes injustas y que estuvieron dispuestos incluso a ser expuestos y vituperados en el circo como espectáculo a un mundo alienado. ¿O no mandó el mismo Dios de la Biblia a Moisés a desafiar al Imperio Egipcio? ¿No es eso involucrarse con la política?, yo no veo a Moisés diciendo –oh no, yo solo enseño a la gente a obedecer todo lo que diga el Faraón y a orar por él? Redargüirle de maldad, no, eso no. Y qué diré de Martín Luther King, más cercano a nosotros: teólogo, pastor, abogado y activista por los derechos civiles que paralizó al Estado más poderoso del mundo para reprobarle su sistema injusto. ¿O ignoramos que fue un cristiano (William Wilberforce) quien luchó décadas, literalmente invirtiendo su vida completa para abolir la esclavitud en esa cristiana nación llamada Inglaterra?; y en la India, fue un misionero cristiano, William Carey, quien luchó años también poniendo en riesgo su propia vida, para que se aboliera la práctica del sati (la costumbre de quemar vivas a las viudas junto con el marido muerto). Así, los ejemplos son innumerables. Me viene también a la memoria el analfabetismo político mencionado por Brecht cuando dijo:    “¡El peor analfabeto, es el analfabeto político!
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de vida, el precio de las papas, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de las medicinas, dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece de serlo, y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”
                Entonces, no termino de entender como alguien que declara verdad absoluta a la Biblia, por otro lado, no se atreve a asimilarla en su totalidad como tal. No obstante, debo reconocer que este pensamiento está bastante difundido entre los llamados cristianos, razón por la que se muestran como un pueblo pasivo e indolente ante el drama social de una sociedad que estamos llamados a amar, tanto como a nosotros mismos. Hay tal abdicación de la responsabilidad social, de nuestra participación ciudadana y la más grave, la abdicación de la razón, anulando el pensamiento crítico que nos distingue como raza humana para cumplir eficazmente la gran comisión encomendada. Pues no hemos sido llamados a endilgarle religión a este mundo, tampoco a andar de lamebotas con los políticos y encumbrados, sino a entregar generosamente las buenas noticias de salvación. Qué desconfianza me inspiran los que llamándose cristianos se dicen apolíticos y creen que solo tenemos responsabilidad de orar como si hasta allí llegara nuestra parte con este mundo. No sé si es ignorancia, indiferencia o yerro deliberado. Lo cual equivaldría a: --no sé, me tiene sin cuidado, y, ajá ¿y qué? Definitivamente, yo no creo en esa tropicalización de cristianismo, a mi no me representa. Bien dijo el profeta: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”

martes, 2 de agosto de 2011

Pero a mi nunca me preguntaron

Hace tanto vengo oyendo sobre mí como mujer desde muchos espacios.
Revistas, libros, periódicos, comerciales en TV; revistas rosas, revistas científicas. Encargados de la educación, médicos, sociólogos, antropólogos, curas, pastores, economistas, juristas, legisladores, sexólogos y sexólogas, diputadas y diputados, funcionarias y funcionarios públicos, políticos y los interpretólogos de todo que tienen un espacio, opinan sobre mí. Pero, ¡a mí no me han preguntado! ¿Qué digo yo de mí? ¿Qué significa ser mujer en esta sociedad? ¿Cuáles son los retos, cuáles las restricciones, cuáles los impulsos? ¿Cómo me veo yo?
Eso quiero expresarlo yo, y aunque suene ambicioso, que conmigo lo hagan todas las mujeres del mundo que están ahí en esos lugares invisibles. Porque, por más que trato de encontrarme entre lo que dicen todos quienes tienen  el micrófono; simplemente, no me veo. Por tanto, todas las mujeres (y hombres por qué no), son invitados a expresarse aquí y disparar ideas que detonen nuestro ejercicio de expresión y reflexión crítica. El objetivo es estudiarnos juntos, crecer, manifestar quienes somos, mostrar la vida verdadera en nosotros, sin interpretaciones ajenas. Hacer de este blog, un espacio de expresión e investigación de estudios sobre la realidad de la mujer, per se. Ergo, está dedicado a todas las mujeres anónimas como “La mujer de Abel” cuya sabiduría practica es capaz de preservar la vida de su familia, de otras familias y por qué no, de ciudades enteras. Tipo de la mujer anónima que salva la ciudad, la Mujer de Abel nos retrata a todas.