Ayer cayó en mis manos un folleto promocional de un centro cristiano. Conforme lo leía admiré la claridad y valentía en la exposición de ideas. La primer declaración contundente decía: “Reconocemos que la única manera de acercarnos a Dios y obtener la vida eterna es a través de Jesucristo, por eso mismo, solo enseñamos y reconocemos a la Biblia como la verdad absoluta, y no las enseñanzas de otros ´profetas o líderes espirituales´” (sic). Yo dije, --bien, eso es definición. Fuerte pero claro. Enhorabuena, no se andan por las ramas. Pero poco me duró el entusiasmo, porque el siguiente párrafo declaraba:
“No nos involucramos en la política, pero si instruimos a la gente para obedecer a nuestras autoridades civiles y militares, honrar a los símbolos patrios y orar por nuestros gobernantes”
La abierta contradicción entre la primer declaración y está última puede pasar desapercibida para un “cristiano dominguero”, pero para aquellos que se han comprometido a seguir las enseñanzas de Cristo, es decir, los denominados “cristianos”, esto de ninguna manera tiene relación con el Cristo que revelan los Evangelios; mismos que dicen creer como verdad absoluta, los susodichos. Esa declaración dogmática, es una mutilación a todo un cuerpo de enseñanzas de la propia Biblia, respecto al tema. Es sólo un texto extraído sin todo el contexto y sospecho una intención de querer estirar esa verdad hasta que dé para cubrir posturas personales. Pero dándole el beneficio de la duda, me parece que se trata más bien de una confusión, al no entender que se entiende por política. Política en su etimología, se refiere a participación. Ser político es ser participante social, es ser gregario, participativo, sociable; contrario a aislado, recluido, segregado. En términos prácticos, o aplicado a la realidad vivencial, NO INVOLUCRARSE EN POLÍTICA significaría: no votar, no ser votado, no ser empadronado, no tener credencial IFE, no ser derechohabiente social (IMSS, ISSSTE, INFONAVIT, etc), no aceptar el matrimonio por las leyes civiles, no asentar a los hijos en el registro civil, no participar de programas de ayuda social como los de SEDESOL u otros del país, y ni siquiera registrarse en el padrón de asociaciones religiosas ni entregar la lista de miembros comulgantes a la secretaría de gobernación como requisita la propia ley de la materia; eso entre algunas cosas más. Por lo que, insisto, no dudando de su buena fe, voy a pensar que se trata de simple ignorancia del término, pero si no fuera así; en todo caso, tendrían que arrancar de la Biblia que dicen creer como verdad absoluta, aquel pasaje donde Cristo le llama “zorra” a Herodes, el gobernante en turno, Lc. 13:32; o tendrían que eliminar también aquella orden donde Jesús emite un imperativo moral o espiritual a los cristianos a ser la sal de la tierra y a ser luz que alumbre las tinieblas, Mt. 5:13-16. En otras palabras, es un mandato a convertirse en un factor de cambio en el panorama terrenal, ni más ni menos. ¿Será por eso que hoy México y Latinoamérica completa tienen poblaciones cristianas insípidas y opacas o bastante tenues en cuanto a alumbrar el mundo? Encerradas ahí en sus cuatro paredes, con su luz escondida debajo de la mesa y viviendo como ratones temerosos del gato que se regodea a todo lo ancho y largo de la casa. Esta no es la iglesia por la que mi Señor Jesucristo vino a dar su vida. El vino a dar su vida para vivificarnos y ser aroma de vida y no de muerte.
Esta forma de pensamiento ha borrado de un plumazo al cristianismo primitivo. Aquel cristianismo inmediato a la partida de Jesús. Donde decirse cristiano era rechazar abiertamente las imposiciones políticas religiosas de la época y determinarse únicamente por los imperativos de Cristo, al grado de estar dispuesto a ir a la misma muerte por ello. Más bien, esta forma de adoctrinamiento corresponde a la que resultó del matrimonio entre Religión y Estado, con Constantino a la cabeza como primer papa-emperador, pero nada tiene que ver con el cristianismo puro de los primeros días antes que se prostituyera dando a luz esa infame religión que fornica con todos los Estados para adueñarse de las almas de los hombres. La misma Roma, político-religiosa; cuyas manos están llenas de sangre de los mártires cristianos que sacudieron el imperio romano diciéndole NO a sus leyes injustas y que estuvieron dispuestos incluso a ser expuestos y vituperados en el circo como espectáculo a un mundo alienado. ¿O no mandó el mismo Dios de la Biblia a Moisés a desafiar al Imperio Egipcio? ¿No es eso involucrarse con la política?, yo no veo a Moisés diciendo –oh no, yo solo enseño a la gente a obedecer todo lo que diga el Faraón y a orar por él? Redargüirle de maldad, no, eso no. Y qué diré de Martín Luther King, más cercano a nosotros: teólogo, pastor, abogado y activista por los derechos civiles que paralizó al Estado más poderoso del mundo para reprobarle su sistema injusto. ¿O ignoramos que fue un cristiano (William Wilberforce) quien luchó décadas, literalmente invirtiendo su vida completa para abolir la esclavitud en esa cristiana nación llamada Inglaterra?; y en la India, fue un misionero cristiano, William Carey, quien luchó años también poniendo en riesgo su propia vida, para que se aboliera la práctica del sati (la costumbre de quemar vivas a las viudas junto con el marido muerto). Así, los ejemplos son innumerables. Me viene también a la memoria el analfabetismo político mencionado por Brecht cuando dijo: “¡El peor analfabeto, es el analfabeto político!
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de vida, el precio de las papas, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de las medicinas, dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece de serlo, y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”
Entonces, no termino de entender como alguien que declara verdad absoluta a la Biblia, por otro lado, no se atreve a asimilarla en su totalidad como tal. No obstante, debo reconocer que este pensamiento está bastante difundido entre los llamados cristianos, razón por la que se muestran como un pueblo pasivo e indolente ante el drama social de una sociedad que estamos llamados a amar, tanto como a nosotros mismos. Hay tal abdicación de la responsabilidad social, de nuestra participación ciudadana y la más grave, la abdicación de la razón, anulando el pensamiento crítico que nos distingue como raza humana para cumplir eficazmente la gran comisión encomendada. Pues no hemos sido llamados a endilgarle religión a este mundo, tampoco a andar de lamebotas con los políticos y encumbrados, sino a entregar generosamente las buenas noticias de salvación. Qué desconfianza me inspiran los que llamándose cristianos se dicen apolíticos y creen que solo tenemos responsabilidad de orar como si hasta allí llegara nuestra parte con este mundo. No sé si es ignorancia, indiferencia o yerro deliberado. Lo cual equivaldría a: --no sé, me tiene sin cuidado, y, ajá ¿y qué? Definitivamente, yo no creo en esa tropicalización de cristianismo, a mi no me representa. Bien dijo el profeta: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”
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