En el principio era...

el Verbo; ahora también.

DIETRICH BONHOEFFER en su biografía
"La Iglesia permanecía muda, cuando tenía que haber gritado... La Iglesia reconoce haber sido testigo del abuso de la violencia brutal, del sufrimiento físico y psíquico de un sinfín de inocentes, de la opresión, el odio y el homicidio, sin haber alzado su voz por ellos, sin haber encontrado los medios de acudir en su ayuda. Es culpable de las vidas de los hermanos más débiles e indefensos de Jesucristo" Ética, 2000: págs. 110-111

JUAN ANTONIO MONROY en "A un ateo sobre el origen del pecado"
Tú puedes, si se te antoja, negar el origen del pecado, pero no puedes cerrar los ojos a la realidad . Puedes decir, si es que quieres pasar por loco, que el pecado no existe, que la historia de la fruta y de la serpiente es un cuento para niños o para retrasados mentales. Pero no puedes negar los efectos del pecado, porque están ante tus propios ojos. Cuando los hombres no maten, cuando desaparezcan los ladrones; cuando el odio deje de teñir de sangre las miradas; cuando la explotación del hombre por el hombre dé paso a la igualdad y a la fraternidad universales; cuando no tengas que tomar precauciones contra el engaño, la mentira y la hipocresía; cuando puedas vivir tu vida sin que te envidie el pobre y sin que te explote el rico, cuando los hombres conviertan en tractores los instrumentos de guerra; cuando no tengas que guardarte de las intrigas ni de la maldad que te acechan en la sombra, cuando el amor sea una nube universal bajo la cual todos vivamos en armonía, entonces creeré yo que la historia de Adán y de la serpiente es una farsa.


DIETRICH BONHOEFFER en su obra Rendición y Sumisión
"Feliz la mujer que reconoce la grandeza y la riqueza de su destino y su misión. El reino de la mujer no es lo nuevo, sino lo permanente; no lo cambiante, sino lo duradero; no el ruido, sino el silencio; no las palabras, sino los actos..."

AMY CARMICHAEL. Relatando patéticamente su llamamiento:
“No podía dormir y por lo tanto me mantuve alerta, y miraba. Y vi algo así: que yo estaba en una pradera y a mis pies se abrió casi verticalmente, un precipicio de profundidades indecibles. Retrocedí, aturdida por las profundidades. Vi entonces formas como de personas que se movían en fila siempre en el prado. Marchaban hacia el abismo… Vi nuevas masas de gente que venían de todas direcciones. Todas estaban ciegas, completamente ciegas. Iban derecho al borde del precipicio. Y se oían sus alaridos cuando se daban cuenta de que caían… Me asombraba, con un asombro que era agonía, que no hubiera alguien que los detuviera. Yo no podía. Estaba pegada al suelo y no podía gritar.”

"Y cantaron un himno. Entonces, a través del canto, se oyó un grito, como al unísono sordo de sollozos de millones de corazones destrozados en un profundo abatimiento... Y el horror de gran oscuridad fue sobre mí, porque reconocí lo que era aquello: ¡El clamor de la sangre! Y entonces retumbó una voz, la voz del Señor, y dijo: "A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" Respondí: "Heme aquí, envíame a mí." Y dijo: "Anda y dí a este pueblo..."
Lucas 19: 32-34 Los que habían sido enviados fueron y hallaron como había dicho. Cuando desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron: — ¿Por qué desatáis el borriquillo? Y ellos dijeron: — Porque el Señor lo necesita.

“Vi entonces que todo a lo largo de esa orilla había centinelas apostados, distanciados unos de otros. Pero esas distancias intermedias eran demasiado grandes. Entre ellos había brechas anchas, grandes espacios no vigilados. Y por estas brechas la gente caía. El verde césped se me figuraba roja sangre y las fauces del abismo, la boca misma del infierno… Vi entonces un cuadro de paz: un grupo de personas sentadas bajo unos árboles, con sus espaldas vueltas al precipicio. Estaban tejiendo guirnaldas de flores. De vez en cuando, si un grito desgarrador rompía el aire y los alcanzaba, se mostraban molestos. Si alguno de ellos se ponía de pie y deseaba ir y hacer algo para ayudar, todos los demás le forzaban para que se sentara. “¿Por qué te emocionas tanto por eso?” Tienes que tener un llamado definitivo para ir. No has terminado tus guirnaldas de flores.”
2ª. Cor. 4:1-6  Por esto, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que nos fue dada, no desmayamos. Pero rechazamos los tapujos de vergüenza, no procediendo con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, por la clara demostración de la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios. Pero aun si nuestro evangelio está encubierto, entre los que se pierden está encubierto. Pues el dios de esta edad presente ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no les ilumine el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor; y a nosotros, como siervos vuestros por causa de Jesús. Porque el Dios que dijo: “La luz resplandecerá de las tinieblas” es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.

Sadhu Sundar Singh
Hechos 26:9-11 “Pues yo, a la verdad, había pensado que debía hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; y esto hice en Jerusalén. Habiendo recibido autorización de los principales sacerdotes, yo encerré en cárceles a muchos de los santos; y cuando los mataban, yo di mi voto contra ellos. Muchas veces, castigándoles en todas las sinagogas, procuraba obligarles a blasfemar; y enfurecido en extremo contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras”.

“Me levanté a las tres de la mañana determinado a encontrar paz o terminar con mi vida antes que pasase el tren cerca de casa a las cinco de la mañana. Después de bañarme pasé una hora y media en oración. Oré así: “Oh Dios, si eres un Dios revélate a mí, muéstrame el camino de salvación y concede paz a mi alma perturbada.” Yo esperaba ver a Krishna o a Buda, pero en cambio vi un globo de luz y en medio de él apareció no la forma que yo esperaba ver, sino el Cristo viviente a quien yo aborrecía. Me mostró sus manos en las que las marcas de los clavos se mostraban claramente y dijo: “¿Por qué me
persigues? Yo soy tu Salvador. Morí en la cruz por ti y por todo el mundo”. Inmediatamente mi corazón se llenó de gozo y fui cambiado eternamente.”