martes, 25 de febrero de 2014

..............................C A S I.............................

Poema y relectura inspirada en el libro de Ester 3:2-4:14 y 7:10
Por: Verónica Lozada-Maldonado

Casi
Casi sentí que era un bicho en tus entrañas
Ahí adentro, en tu mera esencia…
Sintiendo como te ardían
Cómo corría el ácido de la indignación a lo largo de tus tripas…
Y venía sobre mí como lava ardiente
Hasta sentí tu corazón como temblaba
No de miedo…
¡No!
Estabas lleno de rabia de mirar el mal,  
mal que se decretaba contra tu prójimo: el próximo y el lejano;
Sin que siquiera, le temblara una pestaña
Sentí la ansiedad con que esperabas ese segundo para que él se retractara

¡Pero, no!
Ese punto de poder retornar y no seguir adelante con el mal
Tristemente, no ha llegado…
y pude sentir la contracción de tus entrañas
Cuando en cambio…  atestiguaste que sin titubeo: a un paso siguió el otro.
Adelante… no hay vacilación, ni remordimiento,
Y gozó…
Se jactó con un placer aberrante, usando el poder para aplastar
¡Y la noción fue contundente!

¡Hoy, sentí, y fue tan real!
Sentí que era un bicho en tus entrañas Mardoqueo
Casi me sentí tú…
Sentí tu misma indignación y rabia santa…
Y le rogué a Dios que me quitara la vida antes de permitir que me inclinara a Amán.

Contexto: para entender qué simboliza Mardoqueo en el poema 
Y todos los cortesanos que se mantenían de la Hacienda del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba.

Y ellos mismos, también llamados servidores públicos que estaban siempre a la puerta del palacio preguntaron a Mardoqueo: ¿Por qué desobedeces el decreto del rey?

Y así le hablaban cada día de esta manera, y él ni los oía. Por eso, lo denunciaron ante Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era de los que habían sido traídos a esa tierra como esclavos.

Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira.

Pero pensó que su venganza sería pequeña si solo le pegaba un manotazo de poder a Mardoqueo, pues ya le habían contado que Mardoqueo era de los libertos que habían sido traídos como cautivos al territorio del rey. Entonces Amán procuró destruir a todos los libertos (cautivos en el Imperio) que había en el reino de Asuero; porque ellos eran el pueblo de Mardoqueo.

Así que en el primer mes, del año doce; no cualquier día, sino en los que marcaban los nigromantes como buenos para consultar. Fue como de costumbre Amán a que le leyeran la suerte, porque se decía que como todo hombre en el poder, gustaba mucho de consultar a brujos y agoreros, pues ni un paso acostumbraba dar sin que se lo dictara su pitonisa.

Fue pues, echada suerte para cada día y cada mes del año; y le salió el mes duodécimo.

Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no ajustan su vida a las leyes del Imperio, y al rey no le beneficia en nada dejarlos vivir.

Si le complace al rey, decrete que sean destruidos; y yo contaré diez millones de pesos para que se ingresen a la hacienda, y vengan a aumentar los tesoros del rey. Entonces el rey se quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de un Agagueo, enemigo de los libertos,  y le dijo: La plata que ofreces sea para ti, y también el pueblo, para que hagas de él lo que te parezca.

Entonces llamaron a los escribanos del rey en el mes primero, el día trece del mismo (porque siempre hay una fecha para los decretos), y fue escrito conforme a todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del rey, a los capitanes que estaban sobre cada provincia y a los príncipes de cada pueblo, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; en nombre del rey Asuero fue escrito, y sellado con el anillo del rey.

Y se enviaron cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir, matar y exterminar a todos los libertos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, en el día trece del mes duodécimo, y de apoderarse de sus bienes.

La copia del escrito que se dio por mandamiento en cada provincia fue publicada a todos los pueblos, a fin de que estuviesen listos para aquel día.

Y salieron los correos prontamente por mandato del rey, y el edicto fue dado en la ciudad capital del reino. Y el rey y Amán se sentaron a beber; pero en la ciudad, los libertos estaban conmovidos. Aunque no todo el pueblo se componía de libertos; los demás simplemente se mostraron indiferentes y apáticos.

Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.  E hizo plantón delante de la puerta del rey; pues no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de cilicio.

Pero en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, los libertos tenían luto, ayuno, lloro y lamentación; cilicio y ceniza se convertía en la cama de muchos.

Y vinieron las asistentes de Ester, y sus servidores, y se lo dijeron. Entonces la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a su tío Mardoqueo, y que se cambiara el vestido de luto que se había puesto. Porque tenía pena de que lo vieran ridiculizado, como alguien que se atrevía a desafiar las formas de ese reino. No quería que lo etiquetaran de revoltoso, resistente, o en desobediencia civil a los decretos emitidos. Y mandó que le quitasen el vestido de luto; mas él no los aceptó.

Entonces Ester llamó uno de los eunucos del rey, que él rey había puesto al servicio de ella, y lo mandó con Mardoqueo, para indagar qué sucedía, y por qué estaba así.
Salió, pues, el eunuco a ver a Mardoqueo, a la plaza pública de la ciudad, que estaba delante de la puerta del rey.

Y Mardoqueo le declaró todo lo que había acontecido. Del dinero que Amán había ofrecido a cambio de la destrucción de los libertos y todos los demás horrores con que se amenazaba la vida de los libertos.

Le dio también la copia del decreto, a fin de que Ester  se enterara, y le encargó que fuera ella ante el rey a suplicarle y a interceder delante de él por su pueblo.

Así lo hizo el eunuco, pero Ester mandó a decirle de regreso:--Todos los siervos del rey, y el pueblo saben que cualquier hombre o mujer que entra en el palacio para ver al rey, sin ser llamado, una sola ley hay respecto a él: ha de morir. Salvo aquel a quien el rey extendiere el cetro de oro, ese vivirá. ¡Y, yo, no he sido llamada para ver al rey estos treinta días!

En respuesta, Mardoqueo dijo: --No pienses que escaparás por ser parte de la casa del rey, más que cualquier otro liberto.

Porque si callas absolutamente en este tiempo de asfixia y opresión. Ten por seguro que de alguna parte vendrá el respiro y liberación para los libertos; mas tú y tu familia pereceréis. ¿Y quién sabe, pero quizá para este fin es que te encuentras en esa posición?

Después de todo, Amán fue colgado en la horca que había preparado para Mardoqueo; y se apaciguó la ira del rey.
Relectura del libro de Ester 3:2-4:14

Mientras hayan Mardoqueos, se exhibirá la estulticia del abuso del poder, pero mientras haya Ester's se podrá defender inteligentemente la Vida Digna.

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