viernes, 10 de mayo de 2013

El corazón de las madres


Parafraseando a Malaquías (4:6) quien anticipa un magnífico día en que el corazón de los padres se volverá a sus hijos, y el corazón de los hijos a sus padres, cabe la pregunta ¿qué hay del corazón de las madres?

En apariencia, las madres están implícitas en la expresión “los padres”, pero a mí me gustaría particularizar, visibilizar y hasta resaltar lo que toca a las madres en esta tan maravillosa y anhelada expectativa de los nuevos días por venir.

Con este fin en mente, bajo la hermenéutica de la sospecha pero sin afán de desvirtuar el escrito original, aunque sí, abogando por un quehacer teológico a partir de la realidad o “ver la realidad”, se vale dar un vistazo a la figura de las madres escondida tras “los padres”.

La versión Valera Gómez 2010 lo expresa así: El convertirá el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres. Substituyendo, el corazón de las madres hacia los hijos y el corazón de los hijos e hijas hacia las madres.

Por su parte, la New American Standard Bible, lo traduce de forma estupenda: He will restore the hearts of the fathers to their children and the hearts of the children to their fathers; se trata de la restauración del corazón de los padres y madres hacia los hijos e hijas.

Prefiero esta última expresión porque restaurar tiene enormes connotaciones más cercanas a nuestra comprensión. Arreglar, componer, reparar, rehabilitar, reponer, devolver, reintegrar,  recuperar, regenerar, recobrar, reanudar, rescatar, salvar, restituir el corazón de las madres hacia las hijas e hijos.

En esta mirada a la realidad, tendremos que desmitificar esta figura de la madre para hacerles justicia a las hijas e hijos agraviados. ¡No todo es color de rosa con las madres!

Sin afanes acusatorios, pero sí reivindicatorios y a propósito del denominado día de las madres en el que se deifica hasta el insulto la figura de la mujer que da a luz hijos (y en esto tiene mucho que ver la religión), habría que dejar de cerrar los ojos a una miríada de situaciones en las que no queda bien parada esa sacralización.

El caso de madres abusivas que han cometido terribles atrocidades con sus hijas o hijos es también una mirada necesaria en el quehacer de restauración de nuestro tejido social en México, en Latinoamérica y el mundo.

Reprender a una niña angustiada que narra atribulada su drama en busca de ayuda, donde la protagonista del mal es su madre, con la cantaleta de “no hables mal de tu madre, recuerda que ella te dio a luz” es como cuando Calderón quería acallar los reclamos sociales contra su carnicería usando la cínica frase de “no hablen mal de México”; solo agrava el problema al ignorarlo.

Una pastoral responsable no puede cerrar los ojos a estas realidades que cada vez dejan de ser menos excepcionales. Con más frecuencia escuchamos de casos atroces en los que el alma de un hijo o una hija han sido hechas pedazos por esa persona que se suponía debía cuidar de ellos y protegerlos. Y ¿a quién irán esos niños y niñas, esos jovencitos confundidos y hechos pedazos por ayuda?  Cuántos tendrán la sensibilidad para entender que no todas las mamás son como las pinta un sistema mercantilista-religioso que se ha encargado de machacar esa figura mítica semidiosa con vestido humano.

Devolver y restituir el corazón de las madres hacia las hijas e hijos requiere desmitificar esa chocante sacralización de la madre: ni diosa, ni demonia; simplemente humana. Las madres como los padres pueden llegar a hacer actos heroicos por los hijos e hijas, pero tristemente, cometer también terribles transgresiones contra ellos, hay que reconocerlo.

El anuncio de ese amanecer glorioso anunciado por Malaquías en el que Eliahu retornará el corazón de las madres a sus hijos e hijas avisando la remisión de deudas viejas, ofensas, heridas, agravios, ultrajes, escarnios, humillaciones, afrentas, insultos, injurias, vejaciones, maltratos, quebrantos, heridas y agonías en alma y espíritu; es esperanzador.

El perdón auténtico, solicitado y otorgado, es en todos los casos, condición sine qua non para que se rompan los diques que atajan ese poder reconciliador.

Llamado también, el año de la buena voluntad de Dios, promete ser un tiempo de perdón, de sanidad de alma, de espíritu y hasta de enfermedades físicas para dar lugar a la libertad de los cautivos.

El mundo se encuentra convulsionado, estremecido y trastornado. Lloro, dolor y angustia por todos lados, ejércitos de quebrantados, heridos, vagabundos, desorientados; muchos hijos e hijas ajenos de sus padres y también de sus madres. Expulsados del último reducto de protección. Cuánta necesidad tenemos que se acerque ese día de comprensión, de entendimiento, de dialogo, de verdadero afecto y amistad en que el espíritu de Elías haga estremecer las distancias y derribe los continentes de ofensas y se hagan caminos al corazón de las madres hacia los hijos e hijas y de los hijos e hijas hacia el corazón de las madres.

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