Parafraseando
a Malaquías (4:6) quien anticipa un magnífico día en que el corazón de los
padres se volverá a sus hijos, y el corazón de los hijos a sus padres, cabe la
pregunta ¿qué hay del corazón de las madres?
En
apariencia, las madres están implícitas en la expresión “los padres”, pero a mí
me gustaría particularizar, visibilizar y hasta resaltar lo que toca a las
madres en esta tan maravillosa y anhelada expectativa de los nuevos días por venir.
Con
este fin en mente, bajo la hermenéutica de la sospecha pero sin afán de
desvirtuar el escrito original, aunque sí, abogando por un quehacer teológico a
partir de la realidad o “ver la realidad”, se vale dar un vistazo a la figura
de las madres escondida tras “los
padres”.
La
versión Valera Gómez 2010 lo expresa así: El
convertirá el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos
hacia los padres. Substituyendo, el
corazón de las madres hacia los hijos y el corazón de los hijos e hijas hacia
las madres.
Por
su parte, la New American Standard Bible, lo traduce de forma estupenda: He will restore the hearts of the fathers to
their children and the hearts of the children to their fathers; se trata de
la restauración del corazón de los padres y madres hacia los hijos e hijas.
Prefiero
esta última expresión porque restaurar
tiene enormes connotaciones más cercanas a nuestra comprensión. Arreglar,
componer, reparar, rehabilitar, reponer, devolver, reintegrar, recuperar, regenerar, recobrar, reanudar, rescatar,
salvar, restituir el corazón de las
madres hacia las hijas e hijos.
En
esta mirada a la realidad, tendremos que desmitificar esta figura de la madre para hacerles
justicia a las hijas e hijos agraviados. ¡No todo es color de rosa con las
madres!
Sin
afanes acusatorios, pero sí reivindicatorios y a propósito del denominado día de las madres en el que se deifica
hasta el insulto la figura de la mujer que da a luz hijos (y en esto tiene
mucho que ver la religión), habría que dejar de cerrar los ojos a una miríada
de situaciones en las que no queda bien parada esa sacralización.
El
caso de madres abusivas que han cometido terribles atrocidades con sus hijas o
hijos es también una mirada necesaria en el quehacer de restauración de nuestro
tejido social en México, en Latinoamérica y el mundo.
Reprender
a una niña angustiada que narra atribulada su drama en busca de ayuda, donde la
protagonista del mal es su madre, con la cantaleta de “no hables mal de tu madre, recuerda que ella te dio a luz” es como
cuando Calderón quería acallar los reclamos sociales contra su carnicería usando
la cínica frase de “no hablen mal de México”; solo agrava el problema al
ignorarlo.
Una
pastoral responsable no puede cerrar los ojos a estas realidades que cada vez dejan
de ser menos excepcionales. Con más frecuencia escuchamos de casos atroces en
los que el alma de un hijo o una hija han sido hechas pedazos por esa persona
que se suponía debía cuidar de ellos y protegerlos. Y ¿a quién irán esos niños
y niñas, esos jovencitos confundidos y hechos pedazos por ayuda? Cuántos tendrán la sensibilidad para entender
que no todas las mamás son como las pinta un sistema mercantilista-religioso
que se ha encargado de machacar esa figura mítica semidiosa con vestido humano.
Devolver
y restituir el corazón de las madres hacia las hijas e hijos requiere
desmitificar esa chocante sacralización de la madre: ni diosa, ni demonia;
simplemente humana. Las madres como los padres pueden llegar a hacer actos
heroicos por los hijos e hijas, pero tristemente, cometer también terribles
transgresiones contra ellos, hay que reconocerlo.
El
anuncio de ese amanecer glorioso anunciado por Malaquías en el que Eliahu retornará el corazón de las madres a
sus hijos e hijas avisando la remisión de deudas viejas, ofensas, heridas,
agravios, ultrajes, escarnios, humillaciones, afrentas, insultos, injurias,
vejaciones, maltratos, quebrantos, heridas y agonías en alma y espíritu; es
esperanzador.
El
perdón auténtico, solicitado y otorgado, es en todos los casos, condición sine
qua non para que se rompan los diques que atajan ese poder reconciliador.
Llamado
también, el año de la buena voluntad de Dios, promete ser un tiempo de perdón, de
sanidad de alma, de espíritu y hasta de enfermedades físicas para dar lugar a la
libertad de los cautivos.
El
mundo se encuentra convulsionado, estremecido y trastornado. Lloro, dolor y
angustia por todos lados, ejércitos de quebrantados, heridos, vagabundos,
desorientados; muchos hijos e hijas ajenos de sus padres y también de sus
madres. Expulsados del último reducto de protección. Cuánta necesidad tenemos
que se acerque ese día de comprensión, de entendimiento, de dialogo, de
verdadero afecto y amistad en que el espíritu de Elías haga estremecer las
distancias y derribe los continentes de ofensas y se hagan caminos al corazón
de las madres hacia los hijos e hijas y de los hijos e hijas hacia el corazón
de las madres.
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