Por: Leopoldo Cervantes-Ortíz
En tu vientre, habitáculo de vida,
se gestaron mis días y mis ansias.
Nunca supe tu nombre, mas la herida
no caduca y se esconde cada día.
Recorrido el camino de la ida
soledad, mudo veo en la distancia
cómo el sueño anticipa la salida
del dolor por la puerta de la estancia.
Al decir ya las cosas como fueron
se libera la voz mientras su eco
aligera sentidos, sentimientos,
y la llaga se cura sin lamentos.
Hoy te invento, te invoco, te adivino
en los brazos del tiempo que alucino.
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