miércoles, 23 de octubre de 2013

Nada divertido, jugar a ser Dios

Hoy me encontré con un artículo de Lee Grady (famoso autor pentecostés por defender el ministerio de la mujer) y me recordó una triste experiencia muy reciente, exactamente al revés de lo que narra Grady en su exposición que cito textual: 
"El pastor fundamentalista John MacArthur es un talentoso escritor y amante de la Escritura. En su programa de radio ‘Gracia a Vosotros’ cita a innumerables personajes de la Biblia, y su Seminario de Maestría capacita a cientos de líderes para el ministerio.  Él es un firme calvinista, pero eso no lo hace menos mi hermano en Cristo.
Desafortunadamente, MacArthur no puede decir lo mismo de mí, y eso es triste. En su nuevo libro ‘Fuego Extraño’, él declara en términos inequívocos que cualquier persona que abraza toda forma de teología carismática o pentecostal no adora al Dios verdadero.
Mi hermano en Cristo me ha dado de baja.
En el mundo rígido de John MacArthur, cualquiera que haya solicitado oración de sanación, afirmado un milagro, recibido una oración en otro lenguaje, profetizado, sentido que Dios habla con ellos, sentido la presencia de Dios de una manera emocional o caído en el suelo después de recibir una oración ya ha dado un paso fuera de los límites de la ortodoxia.
MacArthur dice que los carismáticos creen que adoran a Dios, cuando en realidad están adorando a un becerro de oro. "Cada día millones de carismáticos ofrecen alabanza a una patentemente falsa imagen del Espíritu Santo," MacArthur dice al principio del libro: Ningún otro movimiento ha hecho más daño a la causa del evangelio.
Él no sólo cancela elementos marginales de nuestro movimiento, sino ensarta a los fundadores originales del pentecostalismo e incluso persigue al autor Bautista Henry Blackaby por enseñar que Dios puede hablar a la gente hoy.” (http://www.charismamag.com/blogs/fire-in-my-bones/18919-to-my-fundamentalist-brother-john-macarthur-grace-to-you-too
Casi como copiado con calca, las mismas palabras me dijo una persona hace un par de meses, es que los presbiterianos son lo mismo que los católicos. Ustedes no oran por sanidad, no creen en los milagros, no aceptan las lenguas, rechazan la profecía, y en la alabanza ustedes no son como nosotros, en nuestras iglesias se siente la presencia de Dios y el poder de Dios te tira al suelo, y bueno, los católicos no van a ir al cielo. Para no decir directo, los presbiterianos tampoco.  

Triste cuando las personas juegan a ser Dios descalificando a los demás.

Triste cuando nuestro pequeño mundito nos parece ser todo lo que hay y que fuera de él no existe nada más. Triste cuando dejamos que nuestros prejuicios se interpongan entre nuestros hermanos y nosotros.

Triste cuando ya perdimos la capacidad de escuchar nuestras propias palabras y no nos damos cuenta de lo ridículos y absurdos que sonamos.

¿Cómo llegamos al punto de creer que tenemos a Dios agarrado del cuello y contra la pared para obedecer nuestros dictados cual niño tirano con su padre?

Lo más difícil en estos casos es reconocer que las denominaciones no son franquicias divinas y que como creyentes somos llamados a ser uno en Cristo. Todos, uno en Cristo, no divisiones de Cristo; unidad en Él.

Una de las experiencias más hermosas que he vivido es adorar a Dios junto a hermanas y hermanos de diferentes confesiones y constatar que todos compartimos el mismo amor por Jesús, el Cristo. 

Me gusta mucho la frase con que C.S. Lewis respondió cuando se le preguntó cuál era la fe que profesaba: mero cristianismo. Simple y llano, sin idolatrar a hombres sino reconociendo el señorío de Cristo en nuestras vidas.

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