Iba manejando a las afueras de la ciudad y prendí el radio para escuchar las noticias. De repente sentí un violento impacto sobre mi pecho al escuchar la noticia que estaban reportando. Una madre atrapada en flagrante ritual de sacrificio satánico contra su menor hijo en el Estado de México, le había extraído los ojos. En automático mis lágrimas comenzaron a correr. El inimaginable trauma para el menor en todo su ser integral: cuerpo, alma y espíritu es devastador. Escribo esto con el fin de tratar de concientizar sobre el asunto.
Un acto de tal naturaleza que escapa de toda comprensión humana y que solo puede ser comprendido a la luz de lo que las Escrituras revelan sobre la esfera demoníaca en lo general y las prácticas de las religiones paganas en lo particular; donde los sacrificios humanos representan el nadir o punto más bajo hasta el que cayeron las religiones paganas o demoníacas del Antiguo Testamento.
En primera instancia, las Escrituras establecen que al relacionarse con los dioses en forma de ídolos de los pueblos, se está relacionando directamente con demonios. Este no es un tema menor. Es adentrarse en un terreno de batalla donde el hombre por sí sólo no está apto para ganar esa guerra.
La práctica del sacrificio de niños es la dimensión más terrible de la actividad religiosa demoníaca y se remonta hasta el conflicto veterotestamentario del pueblo de Dios con el mundo espiritual, materializado en las naciones vecinas. Conviene examinarlo al menos por tres razones fundamentales:
- Los sacrificios de niños eran práctica corriente no solo entre los cananeos, sino en la mayoría de los grupos humanos cuyos miembros adoraban a los mismos dioses u otros parecidos.
- En la mayor parte de los períodos de apostasía el propio Israel cayó en esta siniestra práctica. Por tanto, se cuenta entre las derrotas de este pueblo en su guerra contra el mundo espiritual.
- Hoy el sacrificio de niños ha resurgido con furor en el satanismo. Las sectas diabólicas y cultos tenebrosos como el dedicado a la Muerte y otros cultos llamados originarios en que también se practican sacrificios para apaciguar la demanda de sangre como aquellos que eran practicados por los aztecas u otras culturas mesoamericanas, además de muchas practicas de hechicería que no solo están floreciendo sino rampantes en América Latina y en otras partes del mundo occidental. Recientemente hemos tenido noticias de Europa, en el mismo sentido.
Estamos asistiendo a un terrible avivamiento de las mutilaciones y los sacrificios de niños. Tengo muchos testimonios que contar sacados de mi experiencia en consejería bíblica, pero además en asesoría jurídica, narraré uno para hacer conciencia sobre la gravedad del asunto:
Recientemente, en una visita a un CERESO, una reclusa solicitó hablar conmigo para atender su caso. Cuando le pedí los pormenores del delito, se trataba de una violación cometida contra su propia hija donde ella la ofreció en un abuso ritual satánico cuando la niña tenía siete años. Se decía arrepentida pero adentro de la cárcel la gente dice muchas cosas que simplemente hay que escuchar.
Enterarse de un evento de naturaleza tan aberrante e inconcebible crueldad te hace despertar a una asquerosa realidad que se encuentra tan cercana alrededor de uno y de la que muy pocos logran percatarse. ¿Cuántos niños más ahora mismo están viviendo horrores a manos de sus padres de similar naturaleza? ¿Con qué mecanismo de protección el Estado hará frente a la restauración física, moral y espiritual de las víctimas?
Y pensar en las millonadas de dinero tirado a la basura en campañas políticas mientras que inocentes víctimas de estas situaciones de extrema crueldad e iniquidad no encontrarán un albergue seguro donde el Estado les garantice un arropamiento de amor y misericordia con toda la ayuda necesaria en los diferentes ordenes de necesidad, que les logre aunque sea paliar, ya no borrar esas experiencias traumatizantes que quizá en algunos casos los deje marcados de por vida.
El avivamiento del paganismo en toda América Latina y particularmente en nuestro país, no hará sino aumentar en nuestro país. Un país que por cierto, exhibe cifras del Censo Inegi 2010, de un noventa y uno por ciento de población de credo cristiano (desagregados por católicos con un ochenta y nueve por ciento; y protestantes y evangélicos con un siete punto seis por ciento).
No obstante el sincretismo que se da entre catolicismo y ciertas formas de hechicería y otros tipos de cultos como el dedicado a la muerte, en el que se observa una población de estratos sociales generalmente muy bajos no permite discernir entre el Dios cuyos imperativos éticos ordenan: No te harás imagen para adorar y honrar porque Dios celoso soy; No matarás; amarás a tu prójimo como a ti mismo, etc.
A menos que se produzca un verdadero despertar cristiano a nivel nacional entre ese 91.5 por ciento que se definió de credo cristiano en México, se podrá hacer frente a los aspectos más siniestros de esta perversidad demoníaca. Mientras tanto, no habrá arma capaz de salvar a los hijos de esta nación de este mal extremo. Si tú eres parte de ese 91.5 por ciento, despierta, no te quedes pasivo, deja la tibieza y mira un mundo alrededor languideciendo.
No creo que alguien pueda llamarse cristiano de verdad y quedarse impávido ante este mal que está corriendo como un río en esta nación, donde cada día se demanda más y más sangre inocente. Mientras quienes gobiernan u ocupan posiciones claves en esta nación en un afán de obtener poder o aferrarse al ya conseguido sigan consultando brujos, hechiceros y se sometan a cultos o invocaciones demoníacas con ese fin, aunque el domingo tempranito muy bien vestiditos lleguen a la parroquia a persignarse, esto no va a parar y pronto serán sus propios hijos quienes les serán demandados a cambio de sus necias y vanas ambiciones.
Los niños son confiados por naturaleza. Confían en sus padres y en los adultos alrededor de ellos, y al hacerlo van desarrollando su capacidad de confiar en Dios. Los padres y los adultos han de dar cuenta a Dios de la influencia que ejerzan sobre los niños y por la forma en que afecten la capacidad de crecer con esperanza de estos pequeños. El abuso, el maltrato, la pederastia, el abuso ritual satánico y otras prácticas demoníacas afectan a estos pequeños en su capacidad de fe y esperanza. Tenga cuidado, con eso no se juega. La adoración a Satanás1 y a la muerte, mata.
Jesús advierte que cualquiera que aparte de la fe a algún niño recibirá un severo castigo. Enérgicamente sentenció: <<Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí; mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le sumergiese en lo profundo del mar>>
Encomiendo en las manos de amor del Padre celestial a este pequeño inocente cuya única culpa fue tener a esos malvados como padres.
1 Adoración a Satanás en cualquiera de sus formas: yoruba, palo mayombe, santería, hechicería, invocación de muertos, lectura de cartas, la ouija, caracoles, animismo, magia negra, invocación de espíritus y un larguísimo etcétera.
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