“La Iglesia guardó silencio, cuando debió haber gritado, por la sangre de
los inocentes que clamaba al cielo…
La Iglesia reconoce haber sido testigo del abuso de la violencia brutal, del sufrimiento físico y psíquico de un sinfín de inocentes, de la opresión, el odio y el homicidio, sin haber alzado su voz por ellos, sin haber encontrado los medios de acudir en su ayuda.
Dietrich Bonhoeffer